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martes, 25 de diciembre de 2012

Me he imaginado mil veces esa primera noche que puedas descansar entre mis sabanas...

Besarte hasta no sentir mis labios, desgastarlos en tu piel, en las comisuras de tu boca.
Que te duermas, luego de mil horas sin tiempo, en mis brazos, acurrucada de espaldas, reposando ajena a un mundo que no deja de moverse. Acariciarte la espalda, esa hermosa curva que se dibuja en tu cintura, dibujar infinitos sinsentidos con las puntas de mis dedos, hasta que los latidos de tu corazón me digan que ya estas soñando, que ya te encuentras en esa nube inconsciente a donde vas cuando cierras los ojos.
Y así... mirarte descansar, observar tu respiración, el movimiento de tu cuerpo adormecido, que sabe que yo estoy allí... Cuidándote y amándote




Para sentir... que se sienta no solo en la piel, que se sienta más allá de los limites del cuerpo. 
Para amar... que se el alma quien hable.
Para sentir pasión... que todo en nuestro cuerpo, en nuestras almas y nuestros corazones, se despierte.

Para vivir... Viviendo. Y que los cimientos de esta sociedad temerosa tiemble al vernos pasar.



Acariciar las curvas de tu cuerpo. Reposar en cada centímetro.
Tener tus senos en mis manos y guardarlos como se guarda a una rosa recién cortada, cuidando que ni un solo pétalo se desprende ella.
Besando con la ternura de un picaflor, con la sutileza de una gota de rocío.
Tenerlos entre mis labios y jugar con ellos, como las olas del mar juegan con la arena.
Amarte entre mis manos, dibujar poesía sobre tus sombras.
Abrazarte y conservarte junto a mi cuerpo, haciendo caso omiso del paso del tiempo.

Como no amar el arte de cuerpo, como no desearte en cada momento.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Hechicera

Mirarte a los ojos y verme tan hermosa, mirarme de soslayo en tu sonrisa, en la comisura de esos labios que tanto ansío besar.
Sentirme hombre, sentirme mujer, sentirme más allá de los sentidos, cuando tu fina risa llega a mis oídos y acaricia mis tímpanos.
Como no caer bajo tu embrujo, como no enfrentar al mundo y defenderte, defendernos.
Si ellos supieran cuanto siento al desgarrar tu coraza y llegar a ese rincón alejado de tu corazón, ese que tanto temor te da que alguien encuentre. Como no caer bajo tu hechizo, hermosa mujer, si al pestañear, al exhalar,  los ángeles piden tener ombligo, para pecar de deseo por tenerte.

Como no dejarme llevar más allá de todo limite, más allá de toda razón, si en el sabor de un beso tuyo, encontré la piedra filosofal. Encontré ese elixir por los que tantos mortales han dejado sus vidas, y los dioses alguna vez disputaron sus poderes.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Escuche, en el silencio de una ciudad adormecida, que el amor viene en frasco de corazones.
Escuche, al mirar a una mariposa volar, que el amor suele llevar nombre y apellido.
También escuche, que el amor va de la mano de la loca aventura de saber que aquello por lo que hoy suspiras  mañana robara lagrimas de tus ojos.
Escuche a cientos de parejas decirse cuanto se amaban y vi decenas de labios dibujar besos donde el cuerpo pierde la razón.
Y una noche, entre cientos de noches sin nombre, escuche a un hombre declarar su amor bajo la luna a una alma desconocida,  a una mujer ajena a sus palabras. Lo vi sonreír frente a la soledad, lo vi acariciar la ausencia de la silueta de la mujer que esperaba. Lo vi desgarrarse en lagrimas al abrir los ojos y verse abandonado en las calles del amor. Lo vi caer y sin poder levantarse, mientras que yo... Me quedaba en la esquina de en frente mirando, escuchando.
Algo de su actuar cambio, al llegar al piso, al sentir el frío del cemento tocar sus manos, algo lo hizo girar hacía donde yo estaba y sonreír. Mientras lloraba, sonreía. No me miraba con pena, no me miraba para dar lastima. Solo me miraba y sonreía.

Me dio miedo por un instante, temí lo que ese loco hombre enamorado pudiera hacer desde aquella vereda. Temblé y pensé en salir corriendo. Pero algo me detuvo, algo en su forma de mirarme, de sonreír. Algo me mostró lo que no podía ver. Y me quedé allí, mirando y escuchando.
Me senté en el piso, para seguir mirando a aquel hombre que hacía esfuerzos por levantarse. No dejaba de llorar, tampoco de sonreírme  Los minutos pasaron, el tiempo de perdió en el viento, las estrellas se aburrieron de vernos, él allá y yo acá. Los dos en el piso.

Cuando quise darme cuenta, una lagrima recorría mis mejillas, una sonrisa cómplice escapaba de mis labios. Quería levantarme, cruzar de vereda y ayudarlo. Pero algo me retenía sentada en el piso. No podía moverme. Quizás, y aunque en realidad nunca lo acepte, no quería moverme, tenía miedo de hacerlo.
Pensé en todo lo que había escuchado antes de llegar allí, que el amor viene en frasco de corazones, con nombre y apellido. Que me haría llorar y sonreír. Que dejaría todo por aquel que quizás, jamás me viera de la misma manera que yo a él, o a ella, ¿Como saberlo? Pensé en cuanto tiempo había pasado sentada en la vereda de enfrente, sin siquiera darme cuenta que al otro lado de la calle, había un mundo que se doblaba por amor. Y tuve miedo, otra vez tuve miedo, pero esta vez era distinto. Esta vez era miedo de seguir sentada, de no animarme a cruzar la calle y buscar a aquel, que sin verme, que sin saberme presente, me había entregado su corazón.

Y así, medio llorando, medio sonriendo. Pegada al piso sin poder levantarme, comencé a gatear como bebe para llegar a la vereda que esteba frente a mi. Aquel hombre ya me esperaba arrodillado, su fuerza era mayor que la mía, sus lagrimas habían dejado solo un rastro brilloso sobre su rostro, su sonrisa se esparcía en su mirada y me extendía la mano, para que pudiera aferrarme a él, y despacio, muy despacio, levantarme a su lado.
Despertar y sentir el perfume que dejan los besos regados sobre el cuerpo. Mirar hacía los costados y ver la soledad que acompaña al cuerpo que descansa inerte y desnudo, sobre sabanas que no saben regalar caricias.
Despertar del ensueño que me separa de la realidad y que el silencio me salude, me dedique un buenos días. Buscar el abrazo, la caricia que no llega. Dejarme llevar por el adormecido razonar del deseo, de que todo fuera cierto.

Improvisar un saludo, improvisar un motivo por el cual encontrarme sola dando vueltas en una cama, que de repente  resulta demasiado grande para el cuerpo que en ella descansa.
Improvisar una sonrisa, esconder el motivo que la impulsa. Jugar a que la soledad es buena compañia.
Buscar, encontrar y volver a perder.

Despertar y sentir el perfume que dejan los besos regados en la piel, buscar el camino que la saliva dibujó, cual caracoles sobre las hojas de algún enorme árbol, en medio de la selva perdida.
Perdida...
Perdida entre sabanas y silencios.
Temblando...
¿De miedo?, ¿De placer?
Temblando como la luna sobre el agua, despertando de lo que fue un sueño y ver que la realidad supera la fantasía. Fantasía que radica en el juego de las ideas, en el discurrir de las letras, de los signos.
Ser mujer, niña, amante. Ser hombre, caballero, amante. Ser una mujer más hombre que muchos hombres.
Ser todo, y por un momento, sentirme nada.
Temblar, como la hojas atrapadas por la brisa de un verano tempestuoso, sin un destino fijo, sin un camino dibujado en los mapas.
Temblar, como la luna lo hace al reflejarse sobre el agua. Y decir:
Si he de sufrir, que valga la pena. Si he de partir mañana, que no sea por aburrimiento. Si he de estar sola, que sea por decisión propia. Si he de llorar, que mis lagrimas dibujen sin sentidos en mis mejillas y hagan arte al llegar a la comisura de mis labios.
Vivir una realidad alejada del sueño, y por un momento, tan efímero como este suspiro que se escapa por las yemas de mis dedos, que el sueño se vuelva realidad. Y por un momento, sentirme de alguien. Sentirme propia, completa. Olvidar por un instante, lo ajena que puedo ser.

Despertar y buscar repetir el recorrido de los besos que desdibujan los limites del cuerpo. Despertar y encontrar un libro en la cabecera de la cama, abrir sin mirar en que hoja, en que párrafo... y leer, y encontrarme, por los azares del destino, caminando por París, yendo a una cita sin hora ni lugar, pero a la cual he de llegar puntual.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

El secreto que guarda un silencio.
Las miles de palabras que no se dicen pero que se escuchan a gritos.
La delicia de un sencillo y complejo momento
La magia oculta del no pensar por un segundo.

Dicen que hay normas para vivir bien y feliz.
Dicen que hay reglas que acatar.
Que hay un libro con consejos, y directrices que pueden guiarnos.
Pero me pregunto....
¿Que sabrán de lo espontaneo? ¿Que sabrán sobre un corazón que late acelerado y desbocado?

Hoy miro por la ventana y pienso a donde puede llevarme la curiosidad.
Dejar el mundo sin haber vivido aquello que el alma y el cuerpo piden.
Y me pregunto...
¿Que sabrán de impulsos, de instintos?

Una sonrisa sincera que nos deja mudos.
Una caricia furtiva y tímida.
Un silencio compartido
Y un secreto develado.

Me dispongo a regalarte un poema,
A regalarte un momento de mi pensamiento
y disfrutarte entre dichos y silencios.

Me dispongo a escribir en rima
para robarte quizás una, y porque no, mil sonrisas.
A decirte en secreto
lo que vela la razón, lo que oculta el pudor.

Comienzo a escribir y a jugar con los signos
me dejo ir y de pronto me detengo
Quizás porque prefiero verte a los ojos para decirte lo que no escucho mientas escribo
Quizás porque temo no ver tus ojos al leerlo.