Hago llegar mi voz a aquellos que no la han podido oír.
El cese de actividades por el que se vio afectado el ISER,
no fue más que el reclamo al derecho laboral que cada uno tenemos como
empleados. El derecho a cobrar un salario digno, una remuneración acorde a las actividades
ejercidas y el tiempo implementado para llevarlas a cabo.
Muchos, por no decir todos, de los que son profesores en la
institución aman la materia que imparten, aman el conocimiento del cual son
portadores y están ávidos de compartirlo; pero aquello, no les quita el derecho
de recibir una correcta remuneración de la actividad que llevan a cabo. La vida que llevamos, no nos permite regalar
nuestro tiempo y nos obliga a tener más de un trabajo para poder suplir con las
necesidades básicas del día a día.
Cada vez que tuvimos que dejar la tiza para acercarnos al
ministerio pensamos en los alumnos que se quedaron sin clases, pero está
también es una manera de enseñar. De enseñarles a ejercer sus derechos, de
mostrarles como la vida no solo pasa entre tinta y papel. Y que a pesar de las
deplorables condiciones en las que nos encontramos, referentes al salario
recibido, hacemos todo lo posible porque cada de una de sus clases les deje
algo.
Somos profesores de aula, nos enseñaron con un pizarrón y
eternas horas postrados en un pupitre. Cuando terminamos la carrera nadie vino
y nos regalo el trabajo, por el cual hoy llevamos adelante nuestro hogar. Nada
en la vida es un obsequio, más que la vida misma. Y para que esta valga la
pena, hay que luchar por defenderla, hay que arremangarse y luchar
incansablemente por llegar a la meta.
Es lamentable que se hayan perdido días de clase, es triste
ver la deserción, en el alumnado, que esto provoco. Pero es meritorio hacerles
saber, que a vivir se aprende viviendo, luchando y avanzando.
Evitemos la mediocridad en nuestras vidas, para que esta, no
llegue a nuestras aulas.
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