La tinta se endurecio en el borde de la pluma, entristecio frente al abandono y se dejó enfurecer con el paso del timpo.
Despojada de poesía, descansa sobre un escritorio lleno de motas de polvo.
Deseosa de volver a las andadas cierra los ojos y dedica lágrimas de escasa tinta y suspiros silenciosos
Y por qué ese abandono, mi amor? Ya lo ves: el silencio no siempre es un buen consejero.
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